José Manuel Serrano
Fomentar el hábito lector en casa no es tarea fácil, pero sí posible.
Todo comienza con una decisión firme, sigue con una elección acertada del primer libro y se fortalece con el ejemplo y la perseverancia. Leer juntos, hablar de libros y visitar librerías puede convertir la lectura en un momento especial en familia. Porque quien lee, vive muchas vidas.
Paso 1: La decisión, el momento más delicado
Querer que sus hijos lean es una decisión. No es un capricho. Ni una ocurrencia siquiera. Si usted lo está pensando es porque intuye o sabe los múltiples beneficios sobre concentración, mejora de la expresión oral y escrita y un largo y provechoso etcétera que el hábito lector genera en personas de cualquier edad y más en los niños. Por tanto… ¿lo tenemos claro? ¿sí? ¿de verdad? Le insisto tanto porque ya usted y yo sabemos de antemano que vamos a encontrar resistencia y oposición. Todo lo que no sea pantalla y dedito moviéndose por ella conlleva rechazo, para qué repetirlo. Por tanto, carguémonos de habilidad, paciencia y algún truco que deslizaremos por aquí para ayudarnos entre todos. La decisión, eso parece, ya la tenemos. No es poco.
Paso 2: La elección, el momento aún más delicado
Hay que elegir un primer libro para empezar. Ojo porque como nos equivoquemos en este paso el resto de este texto y sus recomendaciones no le van a servir para nada. Pero tranquilidad. Tanto en internet como en librerías hay miles de posibilidades para escoger. No lo hagamos solos ni por nuestra cuenta. El aspirante a lector tiene que participar. Y muy activamente. Tampoco está de más que hablemos con amigos de la misma edad para que nos aconsejen lo que con ellos sí ha funcionado. Pero más relevante aún es que nuestro inminente lector venga con nosotros a la librería y vea lo que se le ofrece: si cae bajo el embrujo de los diseños de portadas, ilustraciones, tipos de letras, las historias que encierra cada obra -y que de momento solo puede intuir- el 60% de nuestra batalla estará casi ganada… Que toque, que huela, que mire. No caigamos en la trampa de elegir por él. Lo que nos gusta a nosotros no tiene por qué estar entre sus preferencias. Demos libertad, observemos con mucha atención y comprensión y paguemos en caja sin rechistar. Vía libre. El tema que elija es ya atractivo pare nuestro aspirante. Si no no se hubiera decantado por él. Tiene esa potencia, confiemos.
Paso 3: El ejemplo, cómo no
¿Por qué no acompañamos a la hora de leer y comentar juntos si es lo mejor? No estamos hablando de atosigar, pero sí de que establezcamos unos minutos diarios (de menos a más) para leer como adultos nuestro propio libro atendiendo, cuando se nos pidan, aclaraciones a dudas que se nos planteen del suyo. Leer es un rito. Acompañemos ese rito desde la discreción pero con presencia. Al principio con un horario que sea bueno y en un lugar cómodo. Vamos a descubrir, seguro, que pronto y cuando hayan adquirido el hábito van a leer por su cuenta, de forma cada vez más autónoma. Y sin necesitarnos. Pero al principio, como en todo, hay que dar ejemplo.
Paso 4: Perseverar y que los libros sean tema de conversación
Lo más favorable en nuestra batalla es crear ambiente con discreción y habilidad: hablemos de libros y de historias escritas con nuestros proyectos de lectores, no nos aburramos si a la primera no sale lo que pretendemos o intentamos. No aparquemos las visitas a librerías o bibliotecas cuando sea posible. Somos detectives de tesoros con forma de historia escrita y aquí estamos para disfrutar. Si un libro no nos gusta no nos martiricemos por ello, tomamos otro título y adelante. Quien no lee vive solo su vida. Quien sí lo hace vive la suya y millones más que están… en los libros.
Feliz verano.
José Manuel Serrano. Profesor de Lengua Española y Literatura Salesianos María Auxiliadora